Empezamos el día viendo la réplica de la cueva de Altamira. La cueva original contiene pinturas prehistóricas de gran valor, que fueron descubiertas a finales del siglo XIX por una niña, mientras acompañaba a su padre, un aficionado a la paleontología, en busca de huesos. Antiguamente se podía visitar la cueva original, pero la afluencia de visitantes ponían en peligro la conservación de las pinturas, por lo que se decidió cerrarla al público y crear una réplica. La réplica existe desde el año 2001, y fue lo que visitamos nosotros. En torno a esta réplica hay también un museo, pero no era demasiado interesante. Tampoco lo es, la verdad, la réplica. Y es que lo interesante es ver las pinturas originales, y desplazarse hasta allí para ver una réplica pues no vale la pena, sinceramente. Entiendo lo de la conservación, y sin duda hay que proteger el patrimonio, pero lo de la réplica no me acaba de convencer.

Tras la decepcionante visita a la cueva nos fuimos dirección Comillas, muy conocida por su Universidad y alguno de sus edificios modernistas. Como curiosidad, una de las principales actividades de la localidad era la pesca de ballenas, y fue la primera ciudad española donde se instaló el alumbrado público eléctrico.

Intentamos visitar el Capricho de Gaudí, una casa particular proyectada por Gaudí. La casa pertenece ahora a un grupo japonés, y estaba cerrada al público, así que no la pudimos visitar.

Intentamos ir a ver la Universidad Pontificia, pero tampoco nos dejaron entrar. En la puerta de entrada nos avisaron que el acceso estaba restringido porque Zapatero iba a hacer acto de presencia. La ciudad se había llenado de policías y había mucho movimiento por todas partes ante su inminente llegada. Frustrados, nos fuimos.

Seguimos con las visitar recomendadas que nos había marcado la dueña de la posada donde nos alojábamos. El primer sitio que nos había recomendado era la playa de Oyambre, que está al pie de un parque natural. Con el día y el viento que hacía la verdad es que no fue la mejor de las ideas. Dimos un corto paseo (lo justo para que Mr. Knook perdiese un paraguas) y en seguida nos metimos en el coche de nuevo. No se estaba nada bien fuera.

Seguimos la ruta en dirección a las cuevas de El Soplao, una enorme gruta en la que se pueden apreciar formaciones geológicas diversas. Pero parecía que ese día no íbamos a tener demasiada suerte en nuestras visitas. El tren de visitas no funcionaba, y la única sesión, andando, que había no empezaba hasta unas horas después. Las cuevas están en medio de ninguna parte, así que no había manera de hacer algo mientras tanto, tan sólo esperar. Decidimos marcharnos para no perder el tiempo, ya las visitaríamos en otra ocasión.

Pusimos rumbo a San Vicente de la Barquera, una localidad marinera al borde del Cantábrico. La ciudad estaba bastante desanimada por las calles donde se encuentra el castillo, casi éramos los únicos por allí.

En la zona pegada a la carretera sí había un poco más de ambiente y muchos restaurantes y bares. Tuvimos mala suerte y se puso a llover fuerte, con lo que decidimos quedarnos a comer por allí. Pero elegimos mal el sitio, porque la comida estaba malísima. Entre el tiempo, la comida y el ambiente, San Vicente no nos había dejado una buena impresión.

Por la tarde intentamos ir a otras cuevas, las del Chufín, pero estaban fatal indicadas. Cuando al fin conseguimos llegar siguiendo los intrincados caminos con el coche, nos informaron de que había que llamar al guía, que estaba en otro sitio, para que te abriese la cueva porque estaba cerrada. Todo esto nos pareció muy raro tratándose de un sitio declarado patrimonio mundial por la Unesco. Lo mal señalizado que estaba todo, la fata de sitio donde aparcar o paneles donde informasen de los horarios de visita, etc. no nos dieron buena espina. Siguiendo los carteles que indicaban la casa del guía, llegamos a un lugar sin salida donde era difícil dar la vuelta con el coche. Nos cabreamos bastante y decidimos irnos, cabreados, sin visitar nada.

Menos mal que a partir de aquí la cosa mejoró, porque hasta entonces todo nos había salido bastante mal. Llegamos al pequeño pueblo de Carmona, declarado Conjunto Histórico Artístico, or la arquitectura típica de sus casonas de montaña. El pueblo es bonito, peo se ve en un aire.

Cuando pusimos rumbo a nuestro siguiente destino pudimos ver el pueblo desde la carretera en lo alto. Unas vistas preciosas:

Nuestra última visita del día fue a otro pueblo precioso: Bárcena Mayor. El pueblo también está declarado conjunto histórico artístico, y también cuenta con casonas de montañas típicas. Dimos un pequeño paseo por el pueblo y nos calentamos un poco en una cafetería cercana. Para ser mayo hacía muchísimo frío, una pena, porque con buen tiempo hubiera sido una delicia pasear por allí con calma.